Page 27 - Revista Musicas do Brasil e mais - num. 9
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afectivo. Entendía que son esas marcas sono-
ras las que había que proteger como parte del
patrimonio.
De alguna forma, nuestros lugares tienen un
sonido concreto: los ruidos de unas pisadas,
un silbido, el tarareo de una melodía entre
el ruido de cacerolas de fondo, las campanas
de una iglesia, ambulancias y el grito de los
EL SONIDO, esos sonidos hacen hogar, nuestro hogar.
niños jugando, los acentos. Como dice Alicja
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Gescinska en “La música como hogar” , todos
En Antropología se habla de lugares en el
momento en el que en un sitio existe identi-
dad, relación e historia. Un “no lugar” según
Marc Augé es “un espacio despojado de las
expresiones simbólicas de la identidad, las re-
EL SILENCIO laciones y la historia: los ejemplos incluyen
aeropuertos, autopistas, autónomos cuartos
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de hotel, el transporte público” . Pese a que
todos los sonidos puedan ser conocidos, en
los no lugares el mapa sonoro que perfilan
nos es ajeno. A veces, en esos lugares necesi-
tamos música para sentirnos de nuevo en un
lugar conocido, en casa.
Y LA CIUDAD dad con el vacío atronador que dejaron los coches y ahora se buscan los llamados sonidos blancos: graba-
Las ciudades han ido caminando hacia una
deshumanización paulatina. Hasta tal punto
que evitamos los sonidos de los sitios donde
vivimos por resultarnos invasivos, molestos.
Los lugares en los que íbamos haciendo la
Todo quedó en silencio, era difícil reconocer la ciu-
vida se ha ido tornando no lugares. De tal forma, que
el bullicio de las calles. Durante el confinamiento total ciones con el sonido de la lluvia o el crepitar de la leña.
desde marzo, nuestros espacios habitados quedaron No son más que ficciones sonoras a falta de una reali-
desnudos de decibelios y nos mostraron con una foto- dad material habitable.
grafía en negativo el sonido de la vida que habíamos Nuestras ciudades durante esos meses de confina-
Por Verónica Rodríguez Alba cio fue elocuente. miento hablaron en silencio y su silencio fue nuestro
llevado. Todo cuanto sonaba de pronto cesó y el silen-
reflejo en el espejo. Tomar conciencia de los sonidos
La realidad material suena, todo a nuestro alrededor, que nos faltaban, en el fondo fue saber cómo estába-
nosotros mismos tenemos la capacidad de sonar y de mos viviendo, quiénes éramos y qué planeta nos gus-
Profesora de Filosofía oír. Y es que la sonoridad, como cualidad de lo sono- taría habitar.
ro, es connatural a la propia vida y a los espacios que
creamos y luego recreamos con la música. A nuestro
alrededor, un lienzo de sonidos va dibujado mapas fó-
nicos, calles invisibles que recorremos a diario y que “La sonoridad, como
“Ahora que estábamos por dejar atrás un mundo entero, el forman parte de nuestra cotidianidad. Transitamos los cualidad de lo sonoro, es
días inmersos en paisajes sonoros a veces de forma
mundo que habíamos construido (…) no teníamos ningún pai- inconsciente.
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Decía Murray Schafer que los paisajes sonoros po-
saje sonoro de nosotros cuatro (…) El sonido de todo y de todos seen tres rasgos: la tonalidad, que no suele escucharse connatural a la propia vida y
los que alguna vez nos rodearon. El ruido al que contribuimos conscientemente (ruido de fondo); las señales sonoras a los espacios que creamos”
que se escuchan conscientemente de vez en cuando; y
y el silencio que dejamos atrás”. las marcas sonoras, que son propiamente lo que carac-
teriza un lugar concreto y poseen el valor simbólico y
Valeria Luiselli, “Desierto sonoro”. 1 SCHAFER, R. MURRAY, El nuevo paisaje sonoro, Buenos Aires: Ricordi. 1969
2 GESCINSKA, ALICJA., La música como hogar: una fuerza humanizadora. Siruela 2020
3 AUGÉ MARC, Los no lugares. Espacios del anonimato. Ed. Gedisa. 2017
26 OPINIÓN | EL SONIDO , EL SILENCIO Y LA CIUDAD, por V er ónica R odríguez Alba OPINIÓN | EL SONIDO , EL SILENCIO Y LA CIUDAD, por V er ónica R odríguez Alba 27