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SOBRE POESÍA    RELEYENDO A RILKE (Y





         DIRECTO A JORGE AMADO)
 No han sido pocas las tentativas de definir lo que es la poe-  Mas para el poeta la vida es eterna. Él vive en el vórtice de
 sía. Desde Platón y Aristóteles hasta los semánticos y con-  esas contradicciones, en el eje de esos contrarios. No vive
 cretistas modernos, insisten filósofos, críticos y así mismo  él así, y se transforma ciertamente, dentro de un mundo
 los propios poetas en dar una definición del arte de expre-  en carne viva, en un jardinero, en un floricultor de espe-
 sarse en versos, viejo como la humanidad. Yo mismo, en  címenes que, por más bellos que sean, pertenecen antes a   ces alcanzada en prosa, la historia elegíaca de la destruc-
 artículos y críticas que ya van largos, no me pude sustraer  los invernaderos que a los hombres que viven en las calles   ción de un ser consagrado a la fatalidad irremediable de
 a la vanidad de hacer mis “mots de finesse” en causa pro-  y en las casas. Esto es: por lo menos para mí. Y no es otra   la congoja. Porque es congoja, más que angustia, lo que
 pia —cosa que hoy me parece, si no irresponsable, por lo  la razón por la cual la poesía ha dado a la historia, dentro   cogemos de esa narrativa: la congoja del malentendido
 menos bastante literaria.  del cuadro de las artes, el mayor, a gran distancia, el mayor   humano, el soliloquio desolador del hombre desajustado
 número de santos y de mártires. Pues, individualmente, el     a la vida. La cualidad del sufrimiento que le viene de esa
 Un obrero parte de un montón de ladrillos sin significación  poeta es, ay de él, un ser en constante búsqueda del abso-  torturante creación, como que le afina aún más la sensi-
 especial sino serán ladrillos para —bajo la orientación de  luto y, socialmente, un permanente sublevado. De ahí que   bilidad, ya de sí tan aguzada para todos los susurros de
 un  constructor  que  a  su  vez  sigue  los  cálculos de  un  in-  no hay por qué extrañarse del hecho de ser la poesía, para   la poesía. El poeta pena, como penó por un momento el
 geniero obediente al proyecto de un arquitecto— levantar  efectos domésticos, la hija pobre en la familia de las artes, y   Cristo, de la coexistencia íntima de la duda y de la certe-
 una casa. Un montón de ladrillos es un montón de ladrillos.  un elemento de perturbación del orden dentro de la socie-  za, mientras vagaba, mórbidamente enflaquecido por la
 No existe en la belleza específica. Mas una casa puede ser  dad tal como está constituida.  dolencia, por los lugares que más ama en Europa: París,
 bella, si el proyecto de un buen arquitecto tiene para es-    Rusia y los países escandinavos, intermitentemente.
 tructurarla con los cálculos de un buen ingeniero y en la  Se dice que el poeta es un creador, o mejor, un estructu-
 vigilancia de un buen constructor, por un buen obrero, del  rador de lenguas y, siendo así, de civilizaciones. Homero,   A fines de 1911, instado por los príncipes de Tour y Ta-
 trabajo en ejecución.  Virgilio, Dante, Chaucer, Shakespeare, Camões, los poetas   xis, Rilke va a pasar solitario el invierno en el castillo de
 anónimos del Cantar del Mío Cid viven a base de esas afir-    Duino. Un bello día de enero, paseando por los bordes de
 Cámbiense ladrillos por palabras, póngase al poeta, subjeti-  maciones. Puede ser. Mas para un burgués común la poesía   un peñasco sobre el Adriático, dice haber oído en el vien-
 vamente, en la cuádruple función de arquitecto, ingeniero,  no es cosa que se pueda cambiar usualmente por dinero,   to el misterio de una voz que le decía: “¿Quién, si yo gri-
 constructor y obrero, y ahí tienes lo que es poesía. La com-  colgar en la pared como un cuadro, colocar en un jardín   tase, me oiría en medio de la jerarquía de los ángeles?”.
 paración puede parecer orgullosa, del punto de vista del  como una escultura, poner en un tocadiscos como una sin-  Al son de las canciones de Sarah Vaughan, di últimamen-  Erizado, y al mismo tiempo atónito con el milagro de esas
 poeta, mas, muy por el contrario, ello me parece colocar  fonía, transportar a la tela como un cuento, una novela o   te  —aunque  ya  de  él  tan  distanciado  por  tantas  y  tan  palabras que le surgían con la propia poesía deseada, el
 a la poesía en su real posición delante de otras artes: la de  un romance, ni poner en escena como un guion cinemato-  grandes causas— en releer al poeta Rainer Maria Rilke.  poeta las anotó, y en ese mismo día escribía el primer
 verdadera humildad. El material del poeta es la vida, y sólo  gráfico, un ballet o una pieza de teatro. Modigliani —que si   Andaba hojeando las Cartas a un joven poeta, los Sonetos  movimiento  de  ese  bloc  sinfónico  al  que  llamó  Elegías
 la vida con todo lo que ella tiene de sórdido y sublime. Su  estuviese vivo sería multimillonario como Picasso— podía,   a Orfeo y algunas Elegías de Duino. Y lo que tengo que  de Duino. Tan temperados se hallaban en él los motivos
 instrumento es la palabra. Su función es la de ser expre-  en la época en que moría de hambre, cambiar una tela por   decir  es  lo  siguiente:  pocos  seres  tan  poéticos  nacerán  de la obra en perspectiva que, en pocos días, escribía la
 sión verbal rítmica en el mundo informe de sensaciones,  un plato de comida: muchos artistas plásticos lo hicieron   nunca de una mujer. Poquísimos, como ese Grande En-  segunda serie y el comienzo de casi todas las otras.
 sentimientos  y  presentimientos  de  los  otros  con  relación  antes y después de él. Mas yo hallo difícil que un poeta   fermo, vivieron tanto en la poesía y se abandonaron más
 a  todo  lo  que  existe  o  es  susceptible  de  existencia  en  el  pueda jamás conseguir su deseo a cambio de un soneto o   hondamente,  náufrago  irremediable,  a  la  avidez  de  sus  Mas  el  impulso  cesó.  Por  diez  años  Rilke  callóse,  a  la
 mundo mágico de la imaginación. Su único deber es hacerlo  una balada. Por eso me parece que la mayor belleza de este   aguas donde lo esperaba el indivisible abandono.  espera  de  que  en  él  las  palabras  encontrasen  su  lugar
 de la manera más bella, simple y comunicativa posible, de  arte modesto y heroico sea su aparente inutilidad. Eso da   exacto en el gran puzzle poético que se desencadenara.
 lo contrario él no será nunca un buen poeta, sino un mero  al verdadero poeta fuerzas para jamás comprometerse con   Nunca vida humana se hizo más completamente dentro  En París, en España y en Múnich acrecentó fragmentos a
 lucubrador de versos.  los dueños de la vida. Su único patrón es la propia vida: la   de  una  mística.  Llega  a  ser  impresionante.  Rilke  pasó,  algunas de las elegías, sufriendo terriblemente de la dis-
 vida de los hombres en su larga lucha contra la naturaleza   como  aquel  “ahogado  pensativo”,  para  descender  a  los  continuidad con la que la poesía se revelara. Y no sería
 El material del poeta es la vida, dijimos. Por eso me parece  y contra sí mismos para que se realicen en amor y tranqui-  “azules verdes” de los cielos y de los ríos que la visión de  sino después de la Primera Gran Guerra, en su refugio
 que la poesía es la más humilde de las artes. Y, como tal, la  lidad.  Jean-Arthur Rimbaud confundió en su poema “Le Bateau  de Suiza, en Muzot, que en un soplo de creación pocas
 más heroica, pues esa circunstancia determina que el poeta   ivre”. El poeta vivió en trance poético constante, amar-  veces igualado, sólo comparable tal vez a ciertos instan-
 constituya  la  leña  preferida  para  el  hogar  de  lo  distinto,   gando su espíritu contra todos los temas de la Vida, del  tes de música y de pintura en Miguel Ángel y Beethoven,
 aunque lo que se muestre de salida a las visitas sea el cua-  Amor y de la Muerte, a la que piadosamente amó como  escribiría en tres semanas las ocho elegías restantes, los
 dro encima de ella, o la escultura en el zaguán, o el último   una única entidad.  cincuenta y cinco Sonetos a Orfeo y varios otros poemas
 long-play en alta fidelidad, o la propia casa si ella fuera obra   a los que llamó Fragmentarisches. Fue el último espasmo
 de un arquitecto de renombre. Y yo les diré el porqué de   Su simplicidad como poeta nace de esa larga tortura lí-  de vida en ese eterno, sereno moribundo. La Muerte, su
 esa actitud en que no hay en eso ningún misterio, ni cual-  rica de ver la muerte como una madurez de la vida, en  amiga,  lo  desobjetivaba  pocos  años  después,  como  “un
 quier demérito para la poesía. Es que la vida es para todos   una total compensación. Rilke creía que la muerte nace  río que lleva”. Rilke rechazó al médico: quería morir de
 un hecho cotidiano. Ella lo es por la dinámica misma de   como el hombre, que éste la trae en sí cual una simiente  su muerte.
 sus contradicciones, por el equilibrio mismo de sus polos   que brota, se hace árbol, florece y fructifica al despojar-
 contrarios. El hombre no podría vivir bajo el sentimiento   se de su alburno humano. Sus poemas menores vencen  Mas después, el malestar en que me dejó esa combinación
 permanente de esas contradicciones y de esos contrarios,   lentamente todos esos “grados de lo terrible”, en un creci-  de Rilke y Sarah Vaughan... Fue cuando tuve la buena idea
 que procura constantemente olvidar para poder mover la   miento espontáneo para la grande florescencia, de donde  de leer tu novela La muerte y la muerte de Quincas Berro
 máquina del mundo, de la cual es el único creador y obrero,   penderán los mejores frutos, deseosos de renovación en  Dágua, Jorge. ¡Qué muertes tan diferentes...! ¡Qué belleza,
 y para no perder su razón de ser dentro de una naturaleza   la tierra.  Jorge, qué belleza!
 en que constituye al mismo tiempo la nota más bella y más
 desarmónica. O mejor: para no perder la razón tout court.   En 1910, Rilke terminaba sus famosos Cuadernos de Mal-
         te Laurids Brigge, donde contó, con una belleza raras ve-



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